Los migrantes en Denver buscan trabajo, pero enfrentan muchos obstáculos sin los permisos de trabajo

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Emily Borges quiere trabajar — aunque no sea como una policía. Ella dejó la carrera de decena de años en Venezuela después de tener amenazas dentro de su misma agencia de policía por hacer su trabajo en medio de una corrupción dominante.

Después de un viaje peligroso a los Estados Unidos, Borges y su hija de dos años, Arantza, cruzaron la frontera sur en diciembre para entonces viajar a Denver, y se han quedado en un hotel de refugio. Ella ha tratado de encontrar cualquier trabajo que pueda hacer, limpiando casas. Pero, para que se le abra una oportunidad de trabajo regular — su boleto para ganar su propio dinero y encontrar un lugar a vivir — ella necesita un permiso de trabajo.

El tiempo se le está acabando. A Borges, de 30 años, solo le quedan tres semanas bajo el límite de tiempo de Denver para familias migrantes que se pueden quedar en refugios, y frecuentemente, toma más de seis meses para que los solicitantes de asilo reciban autorización federal de trabajo.

“Es difícil estar aquí — estar aquí sin papeles y empezar de la nada,” ella dijo en español, mientras que espera su turno este mes en una clínica organizada por la ciudad para ayudar a migrantes a aplicar por permisos de trabajo. “Esperamos que (la ciudad) nos pueda ayudar. No nos den cosas gratis, pero ayúdenos a … abrir las puertas para que podamos trabajar.”

Millones de migrantes como Borges han huido de condiciones inestables políticas, económicas y humanitarias de Venezuela en años recientes. Decenas de millares han llegado a Denver, con muchos de ellos empezando a construir sus vidas en la ciudad mientras que solicitan asilo en los Estado Unidos. Es un proceso largo y complicado que permitirá a algunos, pero no a todos, a asegurar un estatus legal.

Mientras que esperan a que se resuelvan los casos, que pueden tomar años en tribunales sobrecargados de inmigración, el trabajo es su sustento y su camino a la autosuficiencia — al mismo tiempo puede reducir la tensión en gobiernos locales como Denver que apoyan a los que llegan. Las leyes federales permiten que los migrantes obtengan permisos de trabajo mientras sus casos están pendientes, pero le hacen frente a significativos tiempos de espera que varían dependiendo de la solicitud de asilo.

En su propio país, los migrantes se mantenían con trabajos variados como construcción, servicio al cliente, trabajo en restaurantes y al orden público. Ahora, varios entrevistados por The Denver Post están diciendo que están dispuestos a cualquier trabajo para satisfacer sus necesidades básicas.

Durante los meses de invierno, los migrantes han limpiado casas, apaleado nieve y limpiado los parabrisas en los semáforos cuando están en alto para ganar algo de cambio. Ellos han estado parados en estacionamientos de Home Depot, buscando un día de trabajo. Han ganado dinero en el Stanley Marketplace de Aurora por estilizar cabello y dar clases de gimnasia. Con la ayuda de residentes de Denver, algunos migrantes han vendido comida y ofrecido servicios de comida.

Miembros de la comunidad, organizaciones sin fines de lucro y oficiales de la ciudad han intervenido para ayudar a la incertidumbre que enfrentan los migrantes ofreciéndoles trabajos esporádicos y un programa nuevo para asistirlos mientras que meten su solicitud para autorización de trabajo.

Oscari Valentina Yaguaran, de 24 años, limpiaba casas y restaurantes en el pueblo venezolano de Páez antes de que ella y su familia se fueran en un remolque con su hijo de un año. Desde que llegaron a Denver hace dos meses, ella ha tenido problemas al encontrar un trabajo similar. Su esposo, Ángel Bartolomé Ortiz Sojo, limpia parabrisas para ganar suficiente dinero para comida. Ninguno tiene todavía permiso de trabajo.

“Yo pienso que terminaré en la calle,” dijo ella en español, mientras que todavía expresaba con un tono positivo y temeroso a la ciudad que abrió las puertas. “Todavía no hemos encontrado trabajo, no tenemos estabilidad — pero aun así me siento bien aquí” en Denver.

Migrantes venezolanos, que no quisieran ser identificados, tratan de ganar dinero limpiando parabrisas por conductores parados en semáforos en Colorado Boulevard y East Colfax Avenue en Denver en el 30 de enero de 2024. (Foto de Helen H. Richardson/The Denver Post)

Desde diciembre del 2022, Denver ha documentado la trayectoria de 38,594 solicitantes de asilo — algunos de ellos ya han dejado Colorado. Desde el viernes, 3,122 se están quedando en refugios, según los datos de la ciudad.

El alcalde de Denver Mike Johnston y otros líderes de Colorado han abogado por cambios al asilo y procesos de la autorización de trabajo a nivel federal, particularmente mientras que Denver enfrenta lo que el alcalde dice que es “una crisis fiscal.” Los gastos crecientes asistiendo a los migrantes han provocado la primera ronda de recortes presupuestarios a servicios de la ciudad.

Los venezolanos que han llegado a los Estados Unidos antes del 31 de Julio recibieron estatus de protección temporal de cambio único que les permite trabajar. Pero no ha habido más acciones como éstas para ayudar a las recientes oleadas de migrantes.

“Nuestro enfoque ha sido siempre que el mejor resultado para cualquier migrante es la posibilidad de trabajar.” dice Johnston en una entrevista. “Que siempre es la primera cosa que se pregunta… si usted puede trabajar, usted puede tener un apartamento. Y si puede tener un apartamento, usted puede tener comida, usted puede sostener a la familia y tener a sus hijos en la escuela.

“Y si no puedes trabajar, todas esas cosas se vuelven muy difíciles.”

El problema con retrasos de permisos de trabajo está lejos de solucionarse y ha afectado a inmigrantes sin papeles por décadas, dice el abogado de inmigración, Hans Meyer, de Denver. Los retrasos hacen una barrera para obtener las necesidades básicas, dijo, haciendo más difícil obtener formas de identificación  específicas para dar la verificación de salario, para los arrendamientos, o para aplicar por el seguro médico y otros beneficios.

“Ellos tienen que navegar una economía clandestina,” dijo Meyer. “Están trabajando por el dinero en efectivo o tratando de pensar en maneras de subsistir y de vivir porque no tienen autorización de trabajo válida.”

El New York Times informó recientemente que en años recientes, el proceso de asilo se ha convertido en el sistema de facto para muchos inmigrantes que cruzan la frontera sur de los Estados Unidos después de dejar Venezuela y otros países. Esto es en parte porque la ley de los Estados Unidos dejan que se queden en el país mientras se desarrollan sus casos que tienen aproximadamente la duración de un año — a pesar de que mucha gente pasa por pobreza, violencia y otras situaciones que son difíciles de alcanzar en el umbral de asilo.

El año pasado, los jueces concedieron asilo a sólo 29% de venezolanos que aplicaron, aunque su tasa de éxito era más alta comparada a la gente de otros países latinoamericanos. Para ser elegible, tienes que demostrar que has sufrido o que es probable sufrir persecución, incluyendo a que se les haga daño o estar en peligro de muerte en su país por su raza, religión, opiniones políticas u otros factores.

Jeison Hurdado Pulgarin, right, from Colombia, hands out donated clothes to Venezuelan migrants in the parking lot of a local hotel in Denver on Feb. 5, 2024. Pulgarin came to the United States only two months ago but feels the need to help new arrivals in any way he can. (Photo by Helen H. Richardson/The Denver Post)
Jeison Hurtado Pulgarin de Colombia, a la derecha, pasa la ropa donada para los migrantes venezolanos en el estacionamiento de un hotel local en Denver el 5 de febrero de 2024 (Foto de Helen H. Richardson/The Denver Post)

Navegando asilo y permisos de trabajo

Los inmigrantes pueden aplicar legalmente por asilo en un puerto de entrada a los Estados Unidos o pueden esperar hasta después de haber llegado.  Usando el app de móvil hecho por la Aduana de los Estados Unidos y Protección de Frontera llamado CBP One, pueden fijar una cita antes de llegar a la frontera — haciéndolos elegibles mucho más rápido a aplicar a permisos de trabajo.

Pero los que esperan hasta que están dentro de los Estados Unidos, y los que a veces se entregarán a las autoridades después de cruzar la frontera para buscar el asilo, tienen que esperar 150 días para aplicar por autorizaciones de trabajo. Ese proceso toma por lo menos un mes adicional y frecuentemente más — antes de que reciban permiso de trabajo.

Docenas de migrantes venezolanos, sujetan con fuerza sus documentos personales y sus teléfonos, van con mira a comenzar el proceso mientras que esperaban juntos en un hotel en Denver que servirá de anfitrión al evento de la investigación de antecedentes de trabajo.

Los niños se agarran de la mano de sus padres. Los adultos, incluyendo a Borges, esperaban el próximo paso que les puede abrir las puertas a sus vidas nuevas.

Venezuelan migrant Emily Borges, second from left, leans against a wall as she waits in line to meet with Spanish-speaking volunteers to help her begin the work permitting process at a local hotel in Denver on Feb. 5, 2024. (Photo by Helen H. Richardson/The Denver Post)
La migrante venezolana Emily Borges, la segunda de la izquierda, se apoya en la pared mientras que espera en fila a conocer voluntarios hispanohablantes a ayudarle a empezar el proceso para conseguir permiso de trabajo en un hotel en Denver el 5 de febrero de 2024. (Foto de Helen H. Richardson/The Denver Post)

Borges dijo que tenía dudas de dejar a Venezuela por un año, pensando en todos los factores incluyendo la posibilidad de dejar a sus padres. Pero la ex oficial de policía decidió que era la única manera de proteger a su familia.

“Fue difícil llegar aquí. Una persona no toma esa decisión tan grande de mudarse aquí,” ella dijo. “Lo hacemos porque es necesario.”

En las clínicas de autorización de trabajo, voluntarios ayudan a los migrantes a presentar sus solicitudes para el permiso de trabajo — una aplicación compleja que a veces no tienen los recursos para completarla solos, dijeron los oficiales de la ciudad y defensores.

Durante la investigación de antecedentes de trabajo, los voluntarios le preguntan a los migrantes del tipo de trabajo en que están interesados. No importa si eran médicos, ingenieros o mecánicos en su propio país, “ellos contestan que quieren trabajar en cualquier cosa que puedan conseguir,” dice el abogado de la ciudad de Denver Kerry Tipper.

Empleadores de Denver están luchando por llenar puestos de trabajo abiertos entre la escasez de mano de obra, particularmente en los oficios de construcción, entonces las clínicas tienen el propósito de servir como un recurso provisional. Y para los migrantes, ella agregó, los permisos ofrecen otra forma de seguridad, ayudando a reducir su vulnerabilidad de ser explotados por empleadores quiénes podrían maltratarlos o negarles el pago.

“Tenemos una fuerza laboral que está dispuesto y que quiere trabajar,” dijo Tipper. “Hay una ruta para que ellos puedan trabajar legalmente y vamos a hacer todo lo que podamos para acelerar ese proceso, para que ellos puedan ser contribuyentes … (y) llegar a ser autosuficiente.”

Volunteer Snezhanna Singleton, center, helps process Venezuelan migrants beginning the work permitting process at a local hotel in Denver on Feb. 5, 2024. (Photo by Helen H. Richardson/The Denver Post)
Voluntaria Spezhanna Singelton, en el centro, ayuda a procesar migrantes venezolanos a empezar el proceso para conseguir permiso de trabajo en un hotel local en Denver el 5 de febrero de 2024. (Foto de Helen H. Richardson/The Denver Post)

La ciudad y sus socios han ayudado a cientos de migrantes a preparar sus documentos de antemano para las clínicas que empezaron la semana pasada, donde ellos estuvieron aplicando a los permisos de trabajo. La oficina del alcalde dijo que los voluntarios también han identificado que muchos eran elegibles de permiso ahora porque se habían registrado usando el app de la Aduana de los Estados Unidos y Protección de Frontera antes de llegar a los Estados Unidos.

Mark Shaker, el fundador del Stanley Marketplace hizo eco a algunos de los puntos que hizo Tipper el miércoles durante una discusión en Aurora sobre la respuesta a los migrantes de Colorado.

“Como propietario de un pequeño negocio, yo te digo que hay muchos trabajos que ciudadanos americanos simplemente no los quieren hacer — que no lo harán,” él dijo, incluyendo lavar platos y otros trabajos de línea de restaurante. Shaker agregó: “Entonces, realmente es muy… difícil tener que ver a la gente que haría lo que sea por trabajar, pero no puedes contratarlos. Aunque tengas trabajos disponibles.”

Estilista está entre los que buscan trabajo

Soranjel Fermin, de 42 años, trabajaba como estilista en Caracas, la capital de Venezuela. Hace casi un mes que ella llegó a Denver con su hijo y su sobrina, los dos en sus veinte años.

Su esposo y el novio de su sobrina todavía no han llegado — ellos fueron detenidos en Nuevo México, ella dijo, después del viaje horrendo en grupo a los Estados Unidos que se hizo en un curso de más de un año. Caminaron a Colombia, luego caminaron por las selvas de Panamá, ganando dinero por el camino tomando varios trabajos.

Vivieron en las calles de la Ciudad de México antes de montarse encima de los trenes que van a la ciudad de Juárez, frente a la frontera en El Paso, Texas. Ellos aparecieron mojados y con hambre al otro lado del Río Grande, ella declaró.

En Denver, el trío se mudó de refugio a refugio y pasaban el tiempo en la calle trabajando antes de que un Pastor los dejara quedarse en su casa por casi una semana. Una generosidad parecida continuó ayudándoles a encontrar un apartamento con otra gente, cubriendo el depósito y el primer mes del alquiler.

“Ahora, es nuestro turno de pagar,” Fermin dijo en español, por medio de un traductor. Las cinco personas que viven en la unidad necesitan pagar $1,600, pero por ahora, no han conseguido permisos de trabajo. Fermin ha preguntado por trabajo en peluquerías, pero necesita estudiar por ocho meses antes de conseguir una licencia en su nuevo país.

“Hará lo que sea para ser empleada porque no sé cómo vamos a pagar,” ella dijo. “Si me dijeran ‘Limpia’, voy a limpiar. Sí me dijeran ‘Trabaja en el restaurante,’ voy a cocinar.”

Fermin sueña con quedarse en Denver, tal vez convertirse en ciudadana algún día. Pero no todos los venezolanos tienen la intención de quedarse en la ciudad por mucho tiempo.

Emely Moron, de 26 años, ha estado en Denver más de un mes, dijo que espera regresar a Venezuela cuando esté más seguro. Por ahora, tiene planes de quedarse en uno de los refugios de la ciudad hasta el 28 de marzo con su hijo de dos años, su esposo y su hijastro de 14 años.

Venezuelan migrant Emely Moron chats with her son Ostin, 2, outside a local hotel where migrants were getting screened to apply for work permits in Denver on Feb. 5, 2024. (Photo by Helen H. Richardson/The Denver Post)
Migrante venezolano Emily Borges habla con su hijo Oslin, de 2 años, afuera de un hotel local por donde migrantes estaban empezando investigaciones de antecedentes de trabajo en Denver el 5 de febrero de 2024. (Foto de Helen H. Richardson/The Denver Post)

En Venezuela, ella tenía su propio carrito de comida, y su esposo tenía trabajo como barbero. Mientras que esperan sus permisos de trabajo y casos de asilo, están aceptando cualquier trabajo que pueden encontrar. Moron también mantiene su propio canal de YouTube — donde pone sus videos con la esperanza de inspirar a otros migrantes a aguantar, incluyendo a los que intentan regresar a Venezuela.

“Sí se puede,” ella les dice — “Yes you can.” No es fácil, ella dice, pero es posible.

Jeison Hurtado Pulgarin, quien ha emigrado de Colombia hace dos meses, está ayudando a aliviar los retos de otros migrantes en Denver. Afuera del reciente evento de la investigación de antecedentes de trabajo, él y otros migrantes han regalado ropa y otros artículos esenciales.

Mientras que Hurtado Pulgarin espera un permiso de trabajo, ha conseguido trabajo de mantenimiento de áreas verdes y jardinería y apaleando nieve. Él está viviendo con su esposa e hijo, junto con dos familias más.

Él dice que quiere ayudar a otros migrantes de la misma manera que la gente lo ayudó cuando llegó a la ciudad. Ahora los residentes dejan donaciones en su casa para que él pueda entregarlas a recientes llegados.

“Me gusta hacer esto,” él dijo, sentado en su troca de trabajo, “Nosotros siempre hemos hecho cosas como estas. No hay nada mejor que ser bendecido, para bendecir a otros.”

Danae Meurer, 46, left, communicates with Yaletxis Mujica, 30, from Venezuela, right, by using a translation app at an apartment complex in Denver on Wednesday, Feb. 14, 2024. Meurer is helping the Venezuelan family in applying for work permits. (Photo by Hyoung Chang/The Denver Post)
Danae Muerer, de 46 años, a la izquierda, habla con Yaletxis Mujica de 30 años, de Venezuela, a la derecha, usando una app para traducir en un complejo de apartamentos en Denver en miércoles el 14 de febrero de 2024. (Foto de Hyoung Chang/The Denver Post)

“No podría sacarlo de mi mente,” dice un denveriano que ayudó

Residentes locales también han ayudado a los migrantes con ofrecer trabajos informales. Y a veces, han formado relaciones cercanas con los recién llegados.

Danae Meurer, de 46 años, estaba conduciendo con su hija a casa de la escuela en diciembre en el sureste de Denver cuando vio a un joven con un bebé en una carriola, parado en la esquina de la calle. Frente a una intersección, cuatro mujeres estaban sentadas en el pasto con cinco niños.

Meurer regresó pronto con sus brazos llenos de cobijas, chamarras, pañales, tampones y órdenes de Taco Bell.

“Como mamá, al ver eso — pienso: ‘iDios Santo! ¿qué van a hacer?’” ella recordaba. “No lo podría sacarlo de mi mente”

Ariagnny Guerra, de 30 años, recuerda esa tarde, también. Ella y algunos familiares estaban parados cerca de un alto con frío y con hambre. Durante sus tres meses en Denver, ese lugar era el centro de su rutina típica diaria, acompañando con su hermano, quien lleva a su hijo mientras que lava el parabrisas por algo de cambio.

Es un contraste marcado a su ciudad natal de Caracas, donde ella era la administradora de la escuela. En Denver, una ciudad todavía desconocida, ella espera su permiso de trabajo.

Ariagnny Guerra, 30, talks on the phone with her husband Luis Finol, 26, at an apartment complex in Denver on Wednesday, Feb. 14, 2024. Finol is in a detention center in El Paso. Guerra is staying the apartment complex with the 15 other family members. (Photo by Hyoung Chang/The Denver Post)
Ariagnny Guerra, de 30 años, habla por teléfono con su esposo, Luis Finol, de 26 años, en un complejo de apartamentos en Denver el miércoles, 14 de febrero de 2024. Finol está en un centro de detención en El Paso. Guerra se está quedando en el complejo de apartamentos con otros 15 miembros de su familia. (Foto de Hyoung Chang/The Denver Post)

Meurer regresó otra vez días después, comunicándose por medio del traductor de Google para intercambiar números de teléfono. Ella se dio cuenta de que el grupo de 16 — la mayoría familia — vivían en dos apartamentos cercanos. Desde entonces, Meurer los ha llevado a comprar comida, encontrar muebles para sus  residencias nuevas y les ha hecho citas para dentista en Denver Health.

Ella y su esposo oficiaron el matrimonio de algunos de las parejas, celebraron después con una fiesta con banquete ofrecido por otro venezolano migrante. Guerra firmó papeles de matrimonio ese día para que fuera enviado a su pareja Luis Finol, de 26 años, quien estaba en el centro de detención en El Paso. Ella recuerda las cantidades de emociones ligadas a una boda americana.

“Hemos estado soñando en esto,” ella dijo en español. Pero es un evento agridulce para Guerra — una ceremonia “hermosa” que siempre imaginaba que se llevaría a cabo en Venezuela, con Finol a su lado.

“Gracias a Dios por esa señora,” ella dijo de Meurer, “porque siempre piensa en nosotros.”

Cuando Meurer ha necesitado de trabajos esporádicos, los inmigrantes le han ayudado con trabajo en el jardín, a sacar árboles y quehaceres domésticos. Dos mujeres son técnicas certificadas de uñas pero la transferencia de sus licencias a los Estados Unidos les traería problemas.

“En realidad, me gustaría trabajar en cualquier (trabajo),” dijo Guerra, incluyendo limpiar casas, oficinas o hoteles. Al manejar por la ciudad, Meurer ve muchos letreros de “se busca ayuda”, ella dijo.

“Ese es el problema: Hay trabajos y ellos no los pueden tener,” ella dijo.

Se enfrenta oportunidad que conlleva a reclutar trabajo

Darren Franz, de 58 años, también ha ayudado a llenar la brecha de trabajo, pero al principio no se había propuesto hacer eso.

El hombre Arvada llegó a Home Depot en un día de invierno, con la intención de comprar algunas cosas y herramientas para tratar de terminar con una lista de cosas que hacer en casa, que crecía y crecía. Cuando regresó afuera con sus compras, un hombre joven estaba allí apoyaba en su troca.

“Claro, yo no iba a ser buena gente,” Franz recordó en una entrevista reciente.

Pero cuando abrió la puerta trasera, el desconocido, que no hablaba inglés, empezó a cargar los materiales por Franz. Cuando terminó, Franz se sentó en la troca por un rato antes de darle una propina de $50 al muchacho e irse.

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